11 jul 2018

Dina Ramírez - Conde Daniel

Dina Ramírez 

Conde Daniel  
Lanzamiento independiente
2018

Disponible en: YouTube

( 8.2 )


Vean, no soy experto en jazz ni musicólogo especializado ni nada por el estilo, pero sé lo que me gusta. Eso básicamente resume mis credenciales en este trabajo; el grado al que reconozco, evalúo y califico el nivel artístico contenido en un álbum de música proviene directamente de la interpretación y apreciación que obtengo del lente subjetivo con el que he sido condicionado a través de años de exposición al arte musical, vivencias, conversaciones, etcétera. El valor de una opinión es meramente imaginario, independientemente de dónde provenga. Habiendo dicho eso procederé ahora a declarar que me gusta este disco, y si me faltara la poca voluntad que tengo para sentarme y teclear palabras a un editor de texto, me atrevería a dejar hasta ahí esta reseña, pero no, mi ética personal y profesional me exige hacer lo intelectualmente responsable y por ello he de compartir con ustedes mis argumentos sobre por qué necesitan el debut de la saxofonista Dina Ramírez, Conde Daniel, en sus vidas.

Atrás quedaron los ligeros y alegres sonidos reggae-pop de De La Rut. Hoy, con saxofón en mano y su primer disco bajo el brazo, Dina se reinventa completamente como artista y ejecutante y se presenta ahora como solista y compositora, sumergiéndose por completo en el género del jazz y trayendo consigo un sonido único influenciado por grandes como John Coltrane y Wayne Shorter pero con ideas inspiradas en el jazz moderno de artistas como Christian Scott y BadBadNotGood. Conde Daniel marca un momento definitivo en la carrera de Dina, quien había venido desarrollando los temas que conforman el disco por bastante tiempo y a los que finalmente logró dar vida junto a sus músicos colaboradores: Victor Arriaza al piano, Laura Pellecer en contrabajo, Cristóbal Pinto en guitarra eléctrica y David Batz en la batería.

Aquí va una serie de palabras con D que también describen el disco: denso, delirante, disonante (en buen sentido), determinado y directo al hueso. Las piezas de Conde Daniel son en su mayoría bastante temáticas y cortas, como miniaturas musicales que abren solo una ventana temporal a lo que suena dentro de la mente de nuestra compositora, pero la duración es lo de menos, las ideas de Dina Dinamita son abundantes y vienen empacadas densamente en cada tema del disco. Es refrescante escuchar composiciones de jazz que no son puramente vehículos para extensos solos de cada instrumento. Las piezas funcionan como un foco de luz para resaltar y enriquecer los temas melódicos del saxofón, donde se concentra la esencia de cada canción. Los solos no escasean tampoco, y las progresiones armónicas de Dina son tierra fértil para cualquier solista, pero su papel no es protagónico, vienen a ser un elemento más bien complementario a la melodía.

Distante, Drops y Duba son las grandes ganadoras en mi opinión, excelentemente planeadas y proporcionadas en cada dimensión, ejecutadas con ímpetu y gracia por todos los instrumentistas. Mención honorífica a Dólar también por ambiciosa. El tracklist viene salpicado de pequeños interludios que dan un sentido conceptual al disco, reflexiones poéticas, sonidos de la ciudad, conversaciones mundanas y reveladoras al mismo tiempo, estampas sonoras del lugar y la época que nos tocó vivir, breves segundos de nuestra existencia que transcurren en medio de la calma y el caos. En la nada también se puede encontrar belleza.

Si después de leer todo esto no sienten en su interior ni el más vago impulso por querer escuchar y disfrutar este disco, pues es posible que mis dotes de persuasión simplemente no estén a la altura, pero en caso contrario, quiero creer que mis esfuerzos fueron al menos parcialmente exitosos y no del todo en vano. Recomendado incluso para los no oyentes del jazz, un disco sólido e imaginativo y un prometedor punto de partida para la carrera de Dina Ramírez.

13 abr 2018

Cristobal Pinto - Déjà Vu

Cristobal Pinto

Déjà Vu
Lanzamiento independiente
2017

Disponible en: Deezer 

( 7.0 )


Hacer jazz en Guatemala requiere de un particular espíritu temerario y una convicción artística que bordea en lo irracional. Afrontémoslo, el jazz en el imaginario colectivo chapín se reduce en el mejor de los casos a esa musiquita de trompeta que ponen de fondo en restaurantes caros para amenizar tu plato de fideos con parmesano o quizá sea esa gringada que te obligan a escuchar en el recital del hijo de tu prima para la clausura del semestre en la academia de música en la que estudia xilófono después del colegio ("Ay qué aburrido ¿y no tiene letra la canción?" escuchas atrás tuyo). Un cuadro pesimista sin duda, pero no me malinterpreten, el corazón del jazz palpita vehemente desde hace muchos años en recónditos nichos de las ciudades y pueblos de nuestra querida tierra de maíz y ceniza volcánica. Si uno busca y se adentra lo suficiente en el subterráneo de la comunidad musical de Guate se topará eventualmente con los sonidos inconfundibles del swing en 6/8, acordes politonales de quinta disminuida y escalas descendientes en modo mixolidio provenientes de los instrumentos de esas criaturas mitológicas, los jazzeros guatemaltecos. Aquí el jazz no es un género, esta música se considera una forma de vida y hasta una experiencia trascendental.

Uno de estos personajes, el guitarrista y compositor Cristobal Pinto, se dio a conocer el año pasado con el lanzamiento de su EP debut Déjà Vu, pero Pinto no es nuevo al movimiento de la escena musical, habiendo formado parte por varios años de la banda Yerimkala como guitarrista principal, y ahora, dejando atrás el sonido distorsionado y explosivo del funk rock de su banda anterior, se ha lanzado de lleno a explorar rumbos más personales y ambiciosos, abriéndose al sonido de la guitarra jazz y trayendo al frente su habilidad en el instrumento junto a su Jazz Combo que incluye a Dina Ramirez en saxofón tenor, Antonio Monterroso en bajo eléctrico, Allan Urbizo en piano y Leonel Franco en la batería, y a mi parecer esta ensalada de jazzistas de nueva y vieja escuela da un interesante balance al EP en forma y estilo. Si bien la guitarra está al frente en casi todas las melodías de Déjà Vu, Pinto tiene el cuidado de dar espacio suficiente para compartir el protagonismo con el resto de músicos.

Musicalmente el EP es una especie de retrospectiva, un guiño al viejo estilo de los grandes guitarristas del pasado. Pinto decide apegarse bastante a la tradición y revisita en sus composiciones el sonido clásico y añejado del jazz a la antigua, algo a lo que alude sin duda el título del disco y que es aparente desde sus primeras notas. El enfoque de Pinto en Déjà Vu no esta en explorar nuevos territorios musicales o expandir de alguna manera el lenguaje del jazz, sino más bien en traer de vuelta la estética casi olvidada del bebop de los 40s y 50s, aunque impartiéndole un ligero toque moderno. En ese sentido no podría calificar a Déjà Vu como un disco innovador o aventurado, pero honestamente esto puede incluso ser ventajoso con una audiencia como la de Guatemala, que generalmente no tiene gusto por la experimentación y está más interesada en lo familiar y complaciente.

Hay una agradable mezcla de atmósferas y moods a lo largo del EP: "Dalí" abre con paso ansioso y un tema principal bastante intricado con inusuales modulaciones en sus acordes. El grupo baja la velocidad en "Carmen", la obligatoria balada jazz del disco, conservadora y poco interesante para mi gusto. "Kiko Kiko" continúa en la misma corriente de "Dalí", al parecer Pinto la escribió como una oda a su chucho lo cual ayuda un poco a disfrutarla pero no demasiado. "Tarantela" me encanta por su progresión y por el solo de bajo en crescendo de Antonio Monterroso, al igual que "Beignet", que tiene un dinamismo singular y un toque más tropical. La pieza final le da su nombre al disco y es en definitiva mi favorita, más agresiva y juguetona que las demás, una composición sencilla pero súper efectiva donde la banda completa se luce en ejecución y sentimiento, "Déjà Vu" tiene todos los elementos necesarios y en la exacta proporción para hacerla memorable, un groove infeccioso en la batería, la pegajosa melodía de los vientos y excelentes solos de parte de todos los músicos.

Considerándolo todo, si bien el EP cae del lado de lo tradicional y complaciente, no deja de ser un trabajo bastante sólido para un músico tan joven. Personalmente solo espero que la nostalgia por el pasado no le prive de ver hacia nuevos horizontes en su próxima producción y en su evolución artística.